EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

Bajo el paraguas del Día del Libro ayer 23 de abril, nuestro corresponsal Miguel Huerga publica esta interesante entrada:

Como educadores, buscamos constantemente nuevos recursos con los que construir nuestras actividades y marcos simbólicos. Por su gran difusión y las muchas opciones que nos ofrecen, libros y películas suelen cumplir ese papel. No es algo nuevo, el escultismo ha utilizado ya obras literarias para desarrollar su labor: El libro de la selva de Rudyard Kipling, es conocido por los lobatos de cualquier grupo scout. Hoy os traemos otro libro, una aventura que nos permitirá viajar a islas desiertas y reflexionar sobre la naturaleza de las relaciones humanas.

Fotograma de la película homónima de 1990, dirigida por Harry Hook

Publicada en 1954, El señor de las moscas, es la primera y más famosa obra del británico William Golding, Premio Nobel de Literatura. En ella se cuenta la historia de un grupo de cadetes británicos que son evacuados de sus casas durante la guerra. Cuando el avión sobrevuela el Pacífico, sufre un accidente y se estrella junto a una isla desierta, muriendo todos los adultos a bordo. Así, este grupo de chicos de aproximadamente entre ocho y quince años se ve abandonado a su suerte en un territorio desconocido y hostil. Bajo la dirección de Ralph, uno de los muchachos mayores, los cadetes tratan de mantenerse unidos y colaborar en la obtención de recursos mientras esperan a ser rescatados. Pero no todos quieren volver a casa. Pronto comienzan las divisiones: parte de los chicos decide irse con Jack y convertirse en cazadores tribales. Cuando entre los cadetes se comience a hablar de la presencia de un «monstruo» en la isla, el miedo llevará la situación al límite.
Este libro, una lectura obligada en los colegios ingleses, así como la película del mismo título, son especialmente útiles en la unidad de Tropa. Nos permiten introducir y trabajar temas como la cohesión y el papel de cada uno en el grupo, la reacción a los miedos, el liderazgo, la violencia, la discriminación, la empatía y la resolución de conflictos.
La obra tiene una estrecha relación con el conocido Experimento de Robbers Cave, un estudio de psicología social realizado por Muzafer y Carolyn Sherif el mismo año de la publicación del libro. Este experimento, que tuvo lugar en un amplio espacio natural propiedad de los Boy Scouts of America en Oklahoma, reunió a dos grupos de once adolescentes varones cada uno. Desconociendo por completo la existencia del otro grupo, ambas cuadrillas debían adaptarse a su entorno y establecerse allí. Cada uno de los equipos escogió un nombre («The Rattlers» y «The Eagles», serpientes de cascabel y águilas) y al paso de pocos días pudo verse cómo comenzaban a formarse jerarquías internas de forma espontánea.
La segunda fase del ensayo consistió en enfrentar a los dos equipos en situaciones de supervivencia y pruebas deportivas, con lo que se incrementó enormemente el rechazo y hostilidad entre ellos. La rivalidad llegó a tal nivel que la segunda fase tuvo que ser abortada antes de tiempo.

Peleas entre Rattlers y Eagles. Experimento de Robbers Cave, 1954.

Se llegó así a la última fase, que perseguía promover la unidad entre las dos bandas. Por medio de objetivos comunes que necesitaban de la cooperación de ambos grupos, tales como solucionar un problema de escasez de agua o mover un camión muy pesado, los muchachos comenzaron a entablar relaciones de amistad, disminuyendo el comportamiento hostil. La interacción fue tan positiva que al finalizar el experimento los dos grupos solicitaron volver juntos en el mismos autobús, en vez de hacerlo en vehículos separados tal y como había sido su llegada.
Los resultados de la investigación demostraron la enorme facilidad con la que, por medio del excesivo refuerzo del sentimiento de grupo y sus jerarquías, somos capaces de crear la necesidad de un enemigo, llegando a deshumanizar a nuestros iguales.
Por la contra, se demostró también, con ejemplos igual de claros, cómo las llamadas metas súper-ordinadas (deseos o desafíos comunes que no se pueden resolver de forma independiente y necesitan de la participación de todas las partes implicadas en
el conflicto), consiguen vencer las diferencias y sacar lo mejor de nosotros. La participación de toda la sociedad sudafricana en los momentos finales del Apartheid o la ayuda ante catástrofes naturales como terremotos o tsunamis, o incluso humanitarias como la crisis de refugiados en el Mediterráneo, son buenos ejemplos de ello.
Tanto el libro como el experimento nos dejan, sin embargo, algún interrogante. En ambos casos los participantes son únicamente varones, lo que representa un análisis de sólo la mitad de la población. ¿Es posible pensar que la presencia de mujeres en ambas situaciones hubiera cambiado su desarrollo?
En los scouts, especialmente en Tropa, unidad con la que surgió el movimiento, trabajamos por medio del sentimiento de grupo y la formación de patrullas. Pequeños equipos en los que existe una, ya actualmente leve, jerarquía y distribución de cargos. Sin embargo, lo que marca la diferencia con respecto a los chavales de El Señor de las Moscas es que en los scouts educamos en la igualdad, respeto y solidaridad por medio de los ya mencionados objetivos súper-ordinados. La Aventura de la Tropa es el mejor ejemplo de ello: un proyecto de interés común que implica a todos los educandos del grupo con igual importancia.
Como habréis visto, El Señor de las Moscas es una obra muy completa que nos aporta múltiples recursos: desde ambientar un campamento, a conseguir que nuestros scouts dediquen un rato a pensar cómo se comportan entre ellos. Todo, por medio de un libro.

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